ESTE JUEVES UN RELATO: EN NOMBRE DE DIOS

La Sagrada Familia, Barcelona

Un buen día, o tal vez no tan bueno, Jesusito se murió.
No hubo un motivo. 
Hoy todavía no tengo un por qué; tampoco un para qué tenía que estar vivo.
Un día cualquiera, a una edad cualquiera, en un lugar cualquiera, Jesusito no estuvo más, ni hubo más rezos, y mucho menos misas. Sea por lo que sea, Jesusito murió y la cabeza de la Santa Iglesias Católica quedó en blanco o acéfala, si corresponde mejor a la idea. No hubo humo blanco, porque no hubo concilio ni cuestionamiento.  No pasé a ser atea:era demasiado determinante. Tampoco agnóstica:  requería una fundamentación inteligente.
Vinieron los hijos, el trabajo, la casa, los quehaceres, las evasiones, el cigarrillo, los brindis politeístas (las sidras por estos lares tienen siempre nombre de Santos o Santas) en resumen: el zafar de mi piel, a como diera lugar.
La vida se llenó de otros dioses. Llegué a invocar el mal y la venganza y negué más de tres veces la buena madera con que me construyeron mis padres.
Hace un mes o dos, algo cambió en mi.
Tenía una cita con una amiga, en una preciosa terraza de moda. Fui muy puntual, con tan mala suerte que mi amiga por error me citó una hora antes. Por fortuna me avisó y decidí en lugar de hacer la tonta en la recepción, irme a pasear por los alrededores. A cincuenta metros estaba la Catedral. La había visitado varias veces en plan turista. Es que en este plan lo que más se conocen son Iglesias. Al fin de cuentas el olor a incienso está asociado a mis vacaciones, más que el olor a mar.
En el altar mayor, desfilaban los fotógrafos; los de pedigree y los de selfies. Yo me quedé sentada respetuosamente en un ambiente que debe ser de oración y meditación, creas o no, por respeto a los que sí creen. Mentalmente di las gracias –siempre las doy- es un milagro lo que viajo y disfruto, ¿cómo no agradecerlo a quien sea? Alguien a mi lado preguntó al sacristán, si era allí la próxima misa y éste respondió con una sonrisa: “No señora, la clientela no da más que para abrir la pequeña capilla de la derecha….”
Pasó el señor cura, raudo y ligero con su caliz y sus hostias y yo como autómata lo seguí. Eramos unos cuantos, en el petit quiosco del costado. 
Por mi  pasaron  las misas que compartí de chica con mi familia y sobre todo la sensación de estar unida a ellos (ya nada es lo que era). Sentí que espiritualmente me encontraba con lo bueno que me dieron mis padres, y su esperanza de formar una familia unida. Sentí a mi lado la niña ingenua que fui, y me llené del  resplandor que  tiene el color de la pureza. Me llené de una  paz y una alegría  que hacía tiempo no tenía.Y lloré. Suave, lento, parejo, como la lluvia cuando en el campo riega las cosechas y alimenta los arroyos donde beben vacas, caballos y pájaros..
Sigo sin creer en nada en especial. 
Creo en lo que representa lo que podría llamar "Dios": los niños,  los animales,  las semillas que germinan, los pequeños milagros cotidianos. 
Más que tener fe, pongo fe. 
Ojalá sirva de algo.
Ah…. Y que Jesusito, nos ampare a todos, porque bien que nos hace falta.


Comentarios

  1. Es que la paz que da el silencio de una iglesia la dan pocas cosas, y sobre todo cuando suena el órgano, se ponen los vellos de punta. Es normal que te hiciera recordar tu infancia, a más de una nos ha pasado.
    Muy bien relatado, muy original.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. En una excursión que hice con los niños del colegio entramos en la Basílica de Santa Maria del Mar. Un niño se quedó muy sorprendido de ver a Jesús en la cruz y me dijo : "Maribel, ese señor debía ser muy malo pues mira lo que le han hecho" . Bendita inocencia. Yo le contesté: "no mi amor, él no era el malo, los malos fueron los que le pusieron ahí porque no estaban de acuerdo en lo que él decía". Qué bueno tirar de felices recuerdos...

    ResponderEliminar
  3. Independientemente de las creencias que se tengan , las iglesias son lugares que invitan a la conversación íntima con uno mismo.

    ResponderEliminar
  4. Como si lo hubiese escrito yo...me he sentido así más de una vez, pequeña, indefensa ante tantas preguntas sin respuesta.
    Un beso

    ResponderEliminar
  5. Me ha gustado esta frase...me llené del resplandor que tiene el color de la pureza...
    Besos.

    ResponderEliminar
  6. Muy dulce e inocente tu actitud pura será esencial en ese proceso de constante reencuentro en el que nós embarcamos apenas nacemos. No hace falta poner dogmas ni nombres que nós enmarque el camino. Hacia allí retornaremos. Un fuerte abrazo 😊

    ResponderEliminar
  7. Pues me ha gustado mucho leerte en esta Piazza, tanto como me gustaba leerte en aquel balcón en que te conocí.
    Decirte que creo que tu reflexión es muy válida para nuestra generación, lo que cuentas lo siento muy cerca y muy vivido. Y me recordaste algo que viví en Burgos, cuando hablas de aquella capilla lateral.
    Besos, amiga.

    ResponderEliminar
  8. Me encanta eso de Jesusito se murió, es como decir que a medida que uno va creciendo se va perdiendo la inocencia crédula de la niñez, y muchos, aunque no sean concientes, la añora.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Los artificios y los dogmas se difuminan hasta desaparecer entonces la esencia se nos manifiesta,tenga el nombre que tenga, para mi eso es lo que importa.
    Besos

    ResponderEliminar
  10. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  11. Si es cierto lo que dices, que Jesusito nos ampare.

    Besos

    ResponderEliminar
  12. Yo tambien suelo visitar iglesias y hay alguna en especial que me hace sentir pequeña e inocente. Muy buen relato, besos.

    ResponderEliminar
  13. Me ha conmovido Vivian!, que bien que hacen estos encuentros tan movilizantes e intimos!,
    Te dejo un fuerte abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Deja una señal de tus pasos...

Entradas populares de este blog

LOS JUEVES UN RELATO: HEROES

LOS JUEVES UN RELATO: CANSANCIO MENTAL