MOMENTO DE CULTO





La mujer de andar ligero y suaves movimientos aminoró la marcha.
Yo, atento a la pared que de golpe se interponía en la visión de mi camino, detuve  mi paso.
Me llamó la atención un corazón pintado de rojo en el gris cemento.
Un corazón anónimo y solitario.
La mujer, con su cabello largo y su paso decidido, cruzó la pequeña calle en línea recta hacia el grafitti.
Y allí se quedó, como frente a un espejo. mirando en ese hueco su propia historia.
Desfiló por las grietas de la pared, acorralado en ese corazón manuscrito, un río de sentimientos que eclipsó  razones y su alma reivindicó  nombre, abrazos y besos.
Esa mujer quedó ahí, contemplando un corazón anónimo, soñando con que fuera él quien lo dibujó para que ella se detuviera a rogar por ellos, como en un lugar de culto.
Yo en silencio, absorto, con un click decidí eternizar ese momento. 
La mística del amor hizo de esa mujer una diosa.
Fue así que conocí a Anna.

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