"Da temor pensar, que mi casa, mis recuerdos, objetos, colecciones y amuletos, puedan perecer vertiginosamente, en manos del fuego. ¡Qué dolor, quedar desnudo, vacío, a la intemperie! Y sin embargo... ¡Qué sanador, qué desafiante, qué purificador! Comenzar de cero, construir un mundo nuevo, sin tantos apegos, sin tantos adornos, sin tantas vanas necesidades." Eso pensaba Elisa, subyugada por los rojos, violetas, azules y verdes de unas hipnóticas llamas, a resguardo de las chispas traicioneras, mientras contemplaba la cremá . Un mundo desconocido se abrió a sus ojos ese mes de marzo, cuando por primera vez, acarició las aguas del Mediterráneo y danzó al ritmo de los tambores falleros. Un universo tan bello, tan multicolor, pleno de mensajes y caricaturas, ardía a pleno fuego en el reflejo de muchas lágrimas infantiles, las de esos niños que aprenden desde pequeños, que el fuego purifica, libera, renueva. Y una vez, el monumento vencido, al